Es complicado hablar de un partido cuando una acción concreta habla por sí misma. Cristiano Ronaldo decidió un día abandonar la banda y batir todos los registros goleadores habidos y por haber, sin embargo le faltaba un gol en particular, del que más allá del número o del significado le preocupaba la forma. Sabido es que el portugués siempre buscó su chilena, la expresión plástica del arte del gol que siempre le había sido esquiva en cada uno de sus intentos, y fue en los cuartos de final de esa su casa, la Liga de Campeones, en un escenario de enjundia como Turín y ante un portero de la talla de Buffon, cuando lo consiguió de la forma más espectacular posible. En un duelo entre dos de esos equipos que saben manejarse en Europa, que conocen los entresijos de la competición y lo que esconde cada una de sus puertas, Cristiano marcó la diferencia.

Antes había marcado en los primeros instantes del partido, un importante gol fuera de casa y ante un equipo que concede muy poco en su terreno. Era su noveno partido consecutivo marcando de nueve partidos disputados en la competición, un registro imponente que en sus botas parece sencillo. El de la chilena fue el segundo, un 0-2 que aliviaba a los suyos cuando no estaban jugando muy allá y la Juventus apretaba por el empate. Ya el conjunto italiano con uno menos, Marcelo marcó el tercero y allanó el camino a semifinales, que habrá de confirmar dentro de una semana en el Bernabéu.

Isco fue el elegido

Mucho se habló en la previa de los jugadores que elegiría Zidane y con ellos el sistema a utilizar. Ante el PSG le funcionó bien el 4-4-2 con Lucas y Asensio, pero era una decisión muy marcada por las bajas en el centro del campo: con Casemiro, Kroos y Modric sin problemas, la apuesta por los tres es segura. Bale era otra opción, teniendo en cuenta además su buen partido en Las Palmas, pero la BBC y el 4-3-3 no parecía lo más conveniente en Italia. Finalmente, el galés no jugó ni un solo minuto. Así las cosas, Isco fue el elegido para engrosar el centro del campo y repetir así el equipo titular de la final de Cardiff. Suya fue la asistencia del primer gol al entrar desde la banda izquierda, encontrando el remate de Cristiano.

Sin dominio en el centro del campo

El plan era aprovechar la superioridad en el centro del campo para manejar el balón y evitar las sacudidas bianconeras, pero no funcionó del todo. Hubo tramos en los que el Madrid tuvo el balón, pero en otros no podía evitar las acometidas de la Juventus por banda, donde doblaba efectivos (De Sciglio-Douglas Costa y Asamoah-Alex Sandro) y obligaba a Kroos y Modric a hacer un esfuerzo extra en defensa para ayudar a los laterales. A falta de Pjanic en el carril central por sanción, Allegri optó por potenciar las vías laterales.

Las acciones defensivas de Ramos y Varane

En los primeros compases del choque el Madrid llevó la iniciativa. La cámara enfocaba al Balón de Oro juventino Pavel Nedved, cuyos aspavientos aseguraban que no le gustaba lo que estaba viendo. Poco después aparecían Raúl y Butragueño, leyendas del gol de generaciones contiguas que comentaban en petit comité lo que sucedía. Pero poco a poco la Juventus comenzaba a superar líneas y a dejarse ver por el balcón madridista, con lo que las buenas acciones defensivas de Sergio Ramos y Varane se convirtieron en imprescindibles. Cuando fueron superados, Keylor sacó alguna mano prodigiosa para evitar sustos.

La desesperación de Dybala

El argentino fue uno de los jugadores juventinos que más incordió a la zaga madridista, sin embargo se le vio cabizbajo cada vez que no le acababa de salir alguna jugada. Tras el segundo gol de Cristiano, una patada tan aparatosa como desmedida a Carvajal le llevó a ver la segunda amarilla: como le ocurriera a Verratti en octavos, la precipitación le costó caro. El duelo ante el Madrid era un buen escaparate en el que mostrar credenciales para acudir al Mundial con Argentina, pero no aprovechó la oportunidad.

El cambio de Lucas Vázquez

La entrada del extremo por un discreto Benzema revitalizó al Madrid, tanto por la inquietud ofensiva del gallego como por sus ayudas defensivas, lo que ayudó a los suyos a plantarse mejor en el campo, en especial a un Modric que pudo preocuparse más y mejor de lo suyo.

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Gabriel Caballero

Periodista
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