Faltaba la puntilla, esa victoria que confirmara matemáticamente el regreso del Chelsea a lo más alto de la Premier, y llegó en un día tan poco habitual para el fútbol inglés como el viernes en el campo del West Bromwich Albion. Desde aquella fantástica racha de 13 victorias consecutivas, el equipo de Antonio Conte se postuló como el más claro aspirante a hacerse con el título y ningún otro grande del campeonato, ni ningún invitado inesperado como el Leicester, pudieron seguirles el ritmo. Sólo la derrota en Old Trafford a mediados de abril, que permitió al Tottenham colocarse a cuatro puntos de los blues, dio algo de emoción al título, pero fue un espejismo: desde entonces el líder contó sus partidos por victorias. Un Tottenham que, un año más, completó una gran temporada siendo el más inmediato perseguidor, superando a otros equipos con más tradición y recursos para estar arriba.

Abramovich hizo pronto los deberes: tras una decepcionante temporada anterior, el ruso se movió rápido para, ya antes de la Eurocopa, apostar decididamente por Antonio Conte como el técnico que debía guiar al Chelsea de nuevo a por el título. La fórmula italiana ya le había funcionado a Abramovich anteriormente con Ancelotti, y el momento era propicio para contratar un técnico transalpino tras la gesta de Ranieri en el King Power Stadium. No fue el único: con Guidolin y Mazzarri, Swansea y Watford también buscaron su milagro.

La etapa de Conte en Stamford Bridge comenzó con dudas, algo lógico pues debía cambiar muchas cosas en un equipo diseñado para ganar y que había concluido décimo la temporada anterior. Y eso que los resultados acompañaron al principio, con tres victorias en los tres primeros partidos ante West Ham, Watford y Burnley, pero las sensaciones no fueron muy positivas. El empate en Swansea y las derrotas ante dos rivales que se presumían directos como Liverpool y Arsenal confirmaron esas dudas. El encuentro ante el Arsenal significó un punto de inflexión: Conte decidió cambiar el sistema y pasó del 4-3-3 con el que comenzó la temporada a una defensa de cinco con carrileros muy largos, algo que ya le dio muy buenos resultados en esa Juventus que devolvió a lo más alto y con una Italia que hizo una buena Eurocopa cuando pocos contaban con ella. Digamos que Conte implantó por fin el sistema que le pedía el cuerpo.

Fichajes clave

Los fichajes de última hora fueron decisivos para que ese cambio funcionara: el lateral izquierdo español Marcos Alonso llegó de la Fiorentina para dar mayor profundidad a un carril que había ocupado en los últimos años Azpilicueta, de características muy diferentes a las del canterano madridista. Por otra parte, en un sorprendente movimiento de mercado, David Luiz regresaba a Londres tres años después de marcharse al PSG. Siempre discutido por no ser un central al uso, el año del brasileño en Stamford Bridge ha sido impecable en la posición de líbero, con Cahill a su izquierda y Azpilicueta, que rinde donde le pongan, a su derecha. Marcos Alonso y Victor Moses ocupaban las bandas: Conte confió en el nigeriano como su carrilero derecho tras su largo periplo como uno de esos múltiples cedidos que tiene el club y nunca acaban de asentarse, y su rendimiento ha sido sorprendente.

Los fichajes fueron, en su mayoría, todo un acierto: el pasado verano llegaron Batshuayi por 39 millones, Kanté (36), David Luiz (35) y Alonso (23). Aunque marcó el gol que dio definitivamente el título, el más caro de ellos fue el único que no ha funcionado: el belga Batshuayi apenas ha tenido trascendencia esta temporada a la sombra de Diego Costa en la posición de ‘9’, aunque su potencial y juventud (tiene 23 años) invitan a creer en el ex del Olympique Marsella (el mismo club desde el que llegó hace tiempo un tal Didier Drogba). El resto de fichajes han sido clave en el título: Marcos Alonso se ha revelado como uno de los mejores laterales del campeonato tras crecer durante su etapa en Italia, solvente en defensa e importante en ataque, con seis goles y tres asistencias, y aportando siempre peligro por su costado.

Capítulo aparte merece N’Golo Kanté: aunque Mahrez y Vardy se llevaron casi todos los titulares, el francés fue una de la claves que dio al Leicester el título el año pasado, y bien que le han echado de menos este año. Comenzó la temporada como mediocentro defensivo, con Matic y Oscar como interiores, pero tras el cambio de sistema, el serbio retrasó su posición y formó con Kanté un muro en el centro del campo. Al igual que en el Leicester, donde compartía centro del campo con Drinkwater, más posicional que él, ahora Kanté podía correr y correr con Matic como cerrojo en el centro del campo. Tal ha sido su temporada que recientemente fue nombrado mejor jugador de la Premier: no tiene el talento de su compañero Hazard, Dele Alli o Alexis, ni mete los goles de Lukaku, Diego Costa o Harry Kane, pero resulta muy complicado decir que su galardón es inmerecido.

Tras comenzar como titular, Oscar se marcó a China en el mercado de invierno tras no encontrar sitio en el renovado sistema de Conte, y la mediapunta fue para Hazard y Willian, y más tarde para Pedro en detrimento del brasileño. El tinerfeño se fue del Barcelona para esto: para ser indiscutible en otro equipo que luchara por los títulos, y tras un año con luces y sombras, en este ha justificado plenamente su fichaje por los blues.

El regreso de Hazard

Su compañero en la mediapunta, Eden Hazard, volvió a ser ese desequilibrante y espectacular futbolista que siempre fue y que había bajado alarmantemente su rendimiento la temporada anterior. Con Conte ha vuelto a ser decisivo, arrancando desde el costado izquierdo pero con libertad para irse al centro, habida cuenta de que la banda es cosa de Marcos Alonso. El belga ha marcado 15 goles y dado 5 asistencias, pero los números se quedan cortos a la hora de hablar de su influencia ofensiva, amén de haber dejado momentos para el recuerdo como ese fantástico gol que le marcó al Arsenal tras regatearse a todo gunner que le salió al paso desde el centro del campo. Aquel partido ante el conjunto de Wenger en la segunda vuelta marcó también un punto de inflexión: alejaba al que entonces era uno de sus principales perseguidores a 12 puntos, dando un golpe casi definitivo al campeonato.

Ese centro del campo formado por Matic, Kanté, Hazard y Pedro cerró las puertas de la titularidad a Cesc Fábregas, siempre objeto de rumores sobre su marcha de Stamford Bridge, pero su presencia no ha sido testimonial: a menudo ha sido un recurso de Conte cuando el equipo requería de más talento y control del balón, y de hecho el internacional español se encuentra entre los mejores asistentes de la Premier.

Y por delante de todos ellos, esperando ese balón que llevar a la red, Diego Costa: su primera vuelta fue espectacular, siendo clave para ayudar al equipo a instalarse en lo más alto de la tabla. Después, con varios problemas de entendimiento con el cuerpo técnico de por medio y rumores sobre su marcha, bajaron sus números, pero sus 20 goles hablan por sí solos a la hora de hablar de su importancia en este título.

Le queda todavía un reto esta temporada: será el 27 de mayo en la final de la FA Cup ante el Arsenal, donde peleará por el doblete. A su gran año en Inglaterra ha contribuido el estar ausente de las competiciones europeas, a las que regresará una próxima temporada en la que será interesante comprobar el nivel de este Chelsea en la Liga de Campeones, y si podrá mejorar el discreto papel de los grandes ingleses en los últimos años. Para ello tendrá que dosificar esfuerzos y darle más amplitud al banquillo: este año, sólo Cesc y Willian (Pedro al principio) tuvieron un papel destacado. Pero eso será la próxima temporada, ahora pueden celebrar un título más que merecido.

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Gabriel Caballero

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