Andrea Pirlo es como el buen vino. Si su nombre, ya de por sí, destila elegancia, cuando decide extrapolarla al tapete verde pasan cosas como la que vimos anoche en la Copa Confederaciones. Su pasaporte confirma que tiene 34 primaveras y desde aquí agregamos que muy bien llevadas. Tú atrévete a hacer una falta al borde del área a su equipo que ya has encajado medio gol. De la otra mitad se encarga la sutileza de su pie derecho. La barrera, en su caso, es mero decoro. Sabe situar el cuero por encima, por debajo o por en medio de ella; por la escuadra o por el centro. Tanto le da que le da lo mismo. En la estampa de su golpeo el vuelo del portero suele ser fútil. Su última obra ilustra el post, pero no es la única que deja el domingo.
Luis Suárez, conocido popularmente como el Mike Tyson del balompié, es noticia últimamente porque se le relaciona con el Real Madrid y porque junto a Cavani, es la gran amenaza de Uruguay en Brasil. Mientras lo primero no deja de ser pura rumorología y lo segundo quedó en cuarentena al menos en el debut, el delantero uruguayo, que es de los que reinciden, repitió en lo que mejor se le da: marcar goles. A diferencia del otro protagonista del artículo, la galería de Luisito va más allá de los ‘frikis’: los marca tras un quiebro a la defensa, con la diestra y la siniestra, de cabeza y con el exterior. Pero nunca marca sin querer. Su fijación es la portería, su blanco, el portero. Y qué blanco más perfecto que Casillas para colocarla donde ayer la colocó.
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