Si en enero alguien que se supone que sabe de la materia —qué sé yo: Sandro Rey o Anthony Blake, por poner un ejemplo— llama a la puerta de Josep Maria Bartomeu y le dice: “oye, que acabaréis la temporada ganando el triplete”, seguramente el próximo 19 de julio no habrían elecciones anticipadas en Can Barça. El presidente que sustituyó en su día a Sandro Rosell por la dimisión de éste, y criticado por ello al no ser escogido en las urnas, no vio más remedio a la crisis institucional y prácticamente deportiva que por entonces atravesaba la entidad que gobierna, que adelantar unos comicios que si no, hubiesen tenido lugar la próxima temporada.
Bartomeu, también salpicado por el ‘caso Neymar’ tuvo el infortunio de no contar en sus filas con un vidente que le anunciara un final de temporada tan oportuno. Y es que aquel fatídico mes de enero donde el Barça se quedó sin fichar —a la FIFA no le gusta que ‘trafiquen’ con niños pero sí le encanta ‘traficar’ con federaciones, con directivos, sobornar…—, sin director deportivo —a Zubizarreta, guste más o guste menos, también hay que asignarle un trozo del pastel— y sin su sucesor —¿se arrepentirá Puyol de huir del barco? — todo hacía indicar que la recién finalizada campaña iba a ser de mera transición. Y ha sido que no.
El ya expresidente culé se marcha con los deberes hechos: ha vuelto a hacer al Barcelona campeón de todo. Y además, en sus 48 horas más frenéticas desde que accedió al cargo, ha dejado bien atado el futuro deportivo del club con un fichaje (Aleix Vidal) tres renovaciones (Jordi Alba, Pedro y sobre todo la de Dani Alves, la más complicada) y la continuidad, hasta 2017, de la cabeza pensante del temporadón azulgrana, Luis Enrique, al que algunos osaron en ver fuera del Camp Nou pese a los tres títulos y de quien si algún candidato tenía dudas, éstas ya no existen. Falta más de un mes para las elecciones, pero Bartomeu ya suma votos.
