Para mí, aquel equipo con Redondo y Laudrup, con Zamorano y Amavisca, con aquel chaval que empezaba llamado Raúl, e incluso con Luis Enrique, que lo mismo jugaba de extremo derecho o lateral izquierdo y cumplía, era el mejor del mundo. También había vuelto Cañizares tras levantar un muro ante Dinamarca con la selección, pero no le quitó el puesto a Paco Buyo. Fue mi primer Real Madrid: a la Quinta del Buitre apenas la conocí en su ocaso. Lo de Tenerife que me ahorré. Con Valdano como técnico, aquel equipo estaba construido para recuperar el cetro en la liga española y así sucedió, pero en la UEFA, el desconocido Odense dio la sorpresa y apeó al conjunto blanco del torneo. Ahí ya empecé a sospechar que Europa era otra historia.

El Madrid de Valdano fue una estrella fugaz: a la temporada siguiente el equipo vivió una debacle en liga con destitución incluida del entrenador argentino, que fue sustituido por un Arsenio Iglesias que ya pensaba en la jubilación, “el Madrid es una chavala a la que no se le puede decir que no”, argumentó el Brujo de Arteixo. Viejo zorro. Pero a pesar de la mala temporada liguera, en Europa dieron la talla y se vendió muy cara la eliminación ante la Juventus en cuartos, que al final sería campeona.

Tuvo que llegar Capello al año siguiente para poner orden, acompañado de una revolución en la plantilla. Sin competición europea que disputar pudieron centrarse en la liga y campeonar, mientras el Barcelona de Ronaldo ganaba todo lo demás: Copa, Recopa y Supercopa. Una noche loca. Un año después, Heynckes se hizo cargo del equipo tras su buen hacer en San Mamés y Tenerife, y el alemán guió al club hacia la victoria en la Liga de Campeones con aquel gol de Mijatovic, tomando cumplida revancha ante la Vecchia Signora de Zidane y Del Piero. “Pues tampoco ha costado tanto”, podría haber pensado entonces, pero el Real Madrid había tardado 32 años en volver a levantar el título continental.

Dos años después, en el año 2000 y ya con Del Bosque en el banquillo, el Madrid repitió la historia y se rehízo de una mala temporada liguera para volver a levantar la Liga de Campeones, esta vez tras derrotar al Valencia en la final. Lorenzo Sanz, con dos títulos europeos en el bolsillo, adelantó las elecciones creyéndose claro ganador, pero apareció Florentino en escena para robarle el plano. En 2002, en plena era galáctica, el Madrid volvió a lo más alto con aquella volea de Zidane en Glasgow. Tres entorchados en cinco años: aquello era coser y cantar.

La barrera de octavos

2004 fue el año del Valencia en la liga española, gracias a aquella remontada del equipo de Benítez ante un Real Madrid que se dejó ir en exceso. “No pasa nada, este año toca Champions”. La serie así lo aseguraba. Pero apareció el Mónaco con Morientes al frente y apeó al Madrid en cuartos. Entonces, el club blanco comenzó una travesía por el desierto en la que un año tras otro fue incapaz de pasar de los octavos de final. Una muy mala racha, como aquellos años ochenta en los que el Milan de Sacchi, el de Van Basten, Gullit y Rijkaard, suponía siempre un gigante imposible de derrotar. Me imagino cómo debieron de vivir los aficionados más veteranos aquel gol de Mijatovic, aquella Séptima Copa de Europa que tanto había costado volver a ganar tras años de Milanes, UEFAS y Recopas.

Pero no habría que esperar tanto como entonces: Mourinho rompió con la tendencia y alcanzó tres semifinales consecutivas, y Ancelotti dio la puntilla ganando la Décima. Dos años después, el Madrid está en otra final cuando pocos lo esperaban hace unos meses. En la final de un torneo que siempre fue muy difícil ganar, donde conseguir la victoria final era la excepción. Hoy vivimos tiempos donde no ganarla parece un fracaso, donde se restan méritos al camino andado o donde parece un fiasco absoluto haber alcanzado las semifinales tres años seguidos, como ha hecho el Bayern de Guardiola.

Quizá nos hayamos malacostumbrado con el Madrid de Raúl o el Barcelona de Messi, que alcanzó la gloria primero con Rijkaard, después con Guardiola y por último con Luis Enrique. ¿Cuántos más clubes, desde que es conocida como Liga de Campeones allá por 1992, pueden presumir de lo mismo? Si acaso el Milan, que ganó en 2003 y 2007 y perdió una final entre medias, pero el conjunto rossonero sabe ahora mejor que nadie lo que cuesta mantenerse en la élite. Protagonistas de un torneo que en este formato nadie ha conseguido ganar dos veces de forma consecutiva.

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Gabriel Caballero

Periodista
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