La iniestización de Messi, la messificación de Iniesta

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Cuando en BUP nos llegaba la hora de leer El Quijote, una de las claves que debíamos tener en cuenta era la evolución de los dos personajes principales a lo largo de las dos partes que componen la obra magna de Don Miguel de Cervantes. Era lo que los estudiosos habían definido como la quijotización de Sancho y la sanchificación de Don Quijote. Esto es: cómo cada uno de ellos va adquiriendo rasgos de carácter del otro a medida que comparten sus azarosas desventuras, lo que acaba provocando una fusión de sus idiosincrasias, tan diferentes en un principio.

Algo similar está ocurriendo entre Andrés Iniesta y Lionel Messi. El argentino se está iniestizando a la par que el de Fuentealbilla se está messificando. La Pulga es un futbolista en continua evolución. Comenzó jugando en la derecha, posición propuesta por Rijkaard, a modo de espejo de Ronaldinho. De allí lo sacó Guardiola para situarlo en el centro del ataque, sacando del baúl de los recuerdos la posición de falso delantero (en la que ya destacaron otros genios como Di Stéfano).

Si bien es cierto que Messi ya nunca ha vuelto a la banda, su posición en la punta de ataque se fue expandiendo hasta ocupar un espacio muy extenso, demasiado extenso. El agrandamiento de Messi se comió a varios jugadores, cuya influencia en el juego y los goles del equipo quedó recortada o, directamente, minimizada por culpa del absorbente influjo del argentino. Pensemos en Villa, que aunque juega en una posición similar a la que ocupa en la Selección, su participación y ascendencia es mucho menor. O recordemos los problemas de Guardiola para encajar a Fàbregas.

Por lo visto esta temporada, Vilanova ha encontrado el modo de ensamblar a Cesc, haciéndole compartir más roles y espacio con Iniesta que con Messi. Pero en la evolución propuesta por Tito ha sido capital el nuevo papel de La Pulga. Messi ha cambiado mucho desde la temporada pasada. Ahora más que un falso Nueve es más un falso mediapunta, sobre todo cuando cuenta con Alexis o Pedro haciendo las labores de zapa en la punta de ataque. El Diez se dedica menos a la finalización (algo difícil de creer si sólo atendemos a sus números goleadores) y participa más en el anterior escalón de creación.

Pero la clave está en que Messi ha aprendido a delegar en sus compañeros. Ya no pretende capitalizar todo el volumen ofensivo del equipo, sino que trata de aprovechar y potenciar las cualidades de los demás, principalmente las de Iniesta. Está dejando de ser ese eucalipto que le roba el agua a todos los demás árboles. Parece que se ha dado cuenta (o le han convencido) de que si seguía por esa senda, acabaría por matar al resto del bosque. Desde luego, si alguien se ha beneficiado de este cambio, ése ha sido Iniesta.

Hasta ahora, el crack de Fuentealbilla vivía a la sombra de Messi. En la Selección hace tiempo que había dado un paso adelante. Se creyó capacitado para convertirse en el jefe de operaciones de La Roja y así lo hizo: comenzó a capitalizar más juego y mandar más en las labores ofensivas que lo que podía (o se atrevía) a hacer en su club. Un modo de comprobarlo es la manera en que tira las paredes: con la Selección casi todas llevan el mensaje implícito de Devuélvemela ya que la voy a liar. Iniesta se lo creyó y no se equivocó lo más mínimo: fue justamente nombrado como Mejor Jugador de la pasada Eurocopa.

Sin embargo, en el Barça seguía sin soltarse del todo. Su nuevo entrenador y, a buen seguro, muchos de sus compañeros le han empujado a soltarse la melena. Le invitaron a que subiera el último escalón de una vez por todas. Algo posible, repito, gracias a que Messi ha madurado y ha entendido que la salud del bosque pasaba por cederle más sol y agua a los demás árboles. Así las cosas, Iniesta se ha agigantado, ya no sólo de rojo, sino, por fin, también de blaugrana.

Tener que haber pasado un par de temporadas jugando intermitentemente desde una posición más acostada a la banda le restó peso en las labores de creación pero, a cambio, le ha servido para convencerse de que tiene un dribling que no le tiene que envidiar a ningún otro regateador. De vuelta a posiciones más centrales, ya sea combinándose con Cesc o, como ayer, ocupando la posición de volante durante los noventa minutos, Iniesta es más Iniesta, en parte porque es más Messi.

Volvemos a lo mismo. Ahora se lo cree. Pero se lo cree de verdad. Se ha convencido de que añadiendo a su juego algunas dosis más de egoísmo y ambición, no sólo él es más fuerte, sino que el equipo también crece a su alrededor. Conduce más, regatea más, tira más paredes de esas de Devuélvemela ya… Todo ello al servicio del equipo. No es casualidad que sea el máximo asistente de la Liga, con doce pases de gol (los dos siguientes en el ranking también son blaugranas: Cesc y Messi, con nueve y ocho, respectivamente).

Messi e Iniesta se han acercado el uno al otro y el resultado no puede ser mejor: ambos han crecido y el equipo ha progresado un capítulo más en su continua evolución. El argentino suma 35 goles en Liga y trece jornadas seguidas viendo puerta, dos nuevos récords que engordan cada semana. Curiosidades del fútbol: se ha alejado del área pero mete aún más goles que antes. Iniesta, por su parte, se ha soltado la melena totalmente. Unas veces parece Laudrup, otras Zidane, o Xavi, o el propio Messi. Demasiados ropajes distintos para considerarlos disfraces. Iniesta es Iniesta, el mejor jugador español que he visto en mi vida y, sin duda alguna, el que más exclamaciones me provoca. Sí, aún más que Messi.

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Bruno Sanxurxo