El Deportivo se desangra

JuanCarlosValeronDeportivo

Qué poco dura la alegría en la casa del pobre… El Deportivo de la Coruña logró retornar a Primera tras una sola temporada en Segunda, lográndolo además como el mejor equipo de la historia de la División de Plata (91 puntos). Pero apenas nueve meses después su salud ha empeorado tanto que no falta quien le diagnostique una muerte segura. Todo va mal en A Coruña, donde lo único que se mantiene a la altura de la historia del club es la afición.

Los desmanes monetarios de Augusto César Lendoiro han llevado al Deportivo a un inevitable concurso de acreedores. En semejante situación económica, el presidente más longevo de España decidió poner el club en manos de Jorge Mendes. Ahogado por una deuda que no tiene solución posible (el estadio de Riazor es de titularidad municipal con lo que ni siquiera cabría dar un pelotazo urbanístico), Lendoiro se jugó todas las cartas al supuesto buen hacer del archiconocido representante de futbolistas. La consecuencia fue la creación de una plantilla mediocre repleta de jugadores prestados que, salvo alguna excepción, el futuro del club les trae sin cuidado.

La defensa es una absoluta calamidad, un auténtico coladero con el que cualquier equipo se pone las botas. El último en disfrutar de un festín ha sido el Granada FC, que se paseó por Riazor para conseguir su mejor resultado a domicilio desde su llegada a Primera. El centrocampo es incapaz de crear el más mínimo volumen de juego al mismo tiempo que se ve impotente para frenar los ataques del rival. Y la delantera ni siquiera existe: Riki es un exfutbolista que no tiene gasolina ni para media hora y Nelson Oliveira es un don nadie, mucho ruido y pocas nueces.

Si entramos en la personalización se nos pueden acabar los adjetivos peyorativos. Manuel Pablo no sólo está extremadamente limitado en lo físico, sino que también parece haberse olvidado de cómo defender o centrar. Aythami, Marchena y Ze Castro peligrarían en un cuarto oscuro de un local de sado por la facilidad con la que se les puede coger la espalda. Pero el favorito de la afición es Evaldo. Todas sus calamidades se resumen en una pregunta que se hacen los más de 25.000 socios: ¿cómo es posible que este tipo haya logrado tener una carrera en el fútbol profesional? Ya no sólo llegar a Primera División, es que resulta increíble que haya pasado de juveniles…

Sólo salva de la quema a Álex Bergantiños. Se nota que al único coruñés de toda la plantilla le va la vida en el Depor. Se mata a correr los noventa minutos, hace de capitán por encima de la veterana pareja de canarios, lidia con los árbitros, corrige a sus compañeros, les exige más esfuerzo, se pelea con todos los rivales, con los que le tocan a él y los que le tocarían a sus compañeros… Se desfonda en cada partido hasta la última gota de sudor viendo como su equipo se va desangrando a pasos agigantados.

AlexBergantinosDeportivo

Yo me atrevo a salvar a otro jugador: Pizzi. Si bien es cierto que su aportación en lo defensivo es prácticamente nula, al menos es el único hombre de ataque que parece confiar de verdad en que se puede llegar a meter un gol de vez en cuando. Una honrosa excepción entre los futbolistas que están de prestado, pues el Atlético ya ha pagado su fichaje para que se incorpore a su disciplina a partir del verano que viene.

Otro de los esperpentos de Lendoiro es el tema del entrenador. José Luis Oltra se equivocó creyendo que podía mantener al equipo en Primera con el mismo estilo con el que quedó campeón de Segunda. A pesar de que contaba con el apoyo de la plantilla (cuando menos del núcleo duro encabezado por los capitanes), el presidente lo destituyó en la más absoluta improvisación (no lo hizo nada más comenzar el receso navideño, sino a apenas cinco días del primer partido de 2013). El sustituto, cómo no, un técnico portugués, que por más que intentó desmarcarse de la sospecha, a nadie le cabe ninguna duda de que vino de la mano (por no decir impuesto) por el director deportivo de facto, Jorge Mendes.

Domingos Paciência se estrenó con una victoria en Riazor y un empate a domicilio. Tras ello, la debacle: cuatro derrotas consecutivas. La última: un sangrante 0-3 ante un rival directo por la permanencia como el Granada en una jornada de lo más propicia para comenzar a remontar (empate entre Osasuna y Mallorca, derrota del Celta). La paciencia de una afición que se destaca precisamente por esa cualidad, tocó a su fin. El partido terminó con gritos de Lendoiro dimisión, Menos portugueses y más coruñeses y una sonora pitada a los jugadores. Permitidme un inciso: hay que destacar a la media docena de futbolistas que encabezados por Bergantiños y Valerón no se escaparon al vestuario nada más oír el pitido final, sino que se presentaron en el círculo central para recibir los pitos y abucheos de los indignados seareiros.

Tras el partido, otro capítulo más del esperpento. Paciência se presenta en rueda de prensa con una incomprensible chulería, anunciando que ponía su cargo a disposición del presidente. Tras seis partidos, ¡sólo seis partidos!, quiso borrarse a las primeras de cambio. Unas horas más tarde, Lendoiro anuncia ante los medios que había tenido una reunión con los capitanes y el entrenador en la que los primeros le pidieron al segundo que se quedara. La respuesta de la afición ante semejante noticia fue unánime: ¿con quién ha empatado este tío para que los jugadores tengan que pedirle que se quede?

Paciência ha demostrado ser un entrenador de lo más mediocre que no ha dudado en borrarse en cuanto las cosas se han puesto feas de verdad. Si la costumbre de Lendoiro es no pagar a nadie (al menos no al día y con normalidad), ésta vez sí que estaría más que justificado que el ya extécnico del Depor no vea ni un duro, ni siquiera para pagarle el hotel. Su sustituto ya ha sido anunciado: Fernando Vázquez.

El futuro del Depor no puede ser más negro. Colista de Primera, a cinco puntos de la salvación, con una plantilla descompensada, muy poco comprometida y que no parece tener la energía necesaria para encarar una hazaña como la que necesita el equipo. Bueno, más que una hazaña, lo que necesita el Depor es un milagro.

El más que probable descenso a Segunda pondrá aún más difícil la recuperación económica del club. En el caso de que el descenso se consuma, habrá que ver si el Depor no sufre otro descenso administrativo por no poder encauzar la deuda, que ya supera los 90 millones sin que se haya llegado al fondo del asunto por la opacidad con la que se viene manejando Lendoiro desde siempre.

Sí, Lendoiro es el mismo que logró situar al Deportivo entre los grandes de Europa. Es el mismo presidente que montó un equipo que ganó una Liga, dos Copas y tres Supercopas. Pero el glorioso pasado no tiene ningún peso en el tenebroso futuro. Nadie le negará lo que hizo por el Depor en las décadas pasadas, pero está claro que también es el máximo responsable de una situación económica que amenaza seriamente el porvenir del club. Y no puede ser que el culpable de la desorbitada deuda sea el que dirija el intento de solucionar el problema. Ha perdido el apoyo social y si él no decide marcharse por su cuenta, todos los deportivistas esperamos que al encargado judicial de gestionar el futuro del club no le tiemble la mano a la hora de apartarlo del mando.

Lendoiro ya es el pasado. El futuro es negro. Al Depor sólo le queda el deportivismo. Y la esperanza de que en los sombríos días que se avecinan, el equipo suelte el lastre de cedidos y/o portugueses y se le dé paso a chavales de la cantera que, como Álex Bergantiños, se nieguen a resignarse por muy mal que pinten las cosas.

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Bruno Sanxurxo